BEAU XII: Los guardianes de la tribu

Se acaban de fallar los premios de la XII Bienal de arquitectura Española. El resultado me deja un regusto amargo: Apuestan por consolidar algunas de las viejas familias de la arquitectura española. Más allá del acuerdo o desacuerdo con cada uno de los elegidos, se detecta inicialmente una preocupante falta de heterogeneidad…  Pero, ¿qué podrían suponer unos premios de este tipo?

Por un lado, la visibilidad/legitimidad que aportan los reconocimientos públicos son una de las herramientas para la consolidación de las diciplinas. A partir de ellos, se constituye una idea compartida de lo que es deseable. Pero bajo esta pacífica máscara, también es cierto que los premios excluyen y segregan, sancionan y organizan un reparto de la realidad que conviene someter a juicio, ¿Qué políticas se esconden detrás de cada convocatoria?

Las instituciones vinculadas a la arquitectura se encuentran en franco declive, posiblemente porque han olvidado su misión «instituyente» de realidades alternativas. Los premios de esta Bienal han dejado pasar la oportunidad de repensar una nueva institucionalidad más atenta a señalar prácticas emergentes todavía en fase de consolidación, prácticas que manifiesten una aproximación arriesgada cuya presencia en foros especializados les podría permitir explicarse, «identificarse» y construirse a partir de debates compartidos.

Para avanzar hacia una nueva institucionalidad, los premios podrían reconocer el carácter controversial de los propios premiados, y la oportunidad que suponen para debatir sobre aquellas prácticas emergentes más críticas y que apuestan por producir unos repartos menos previsibles y más atentos a las urgencias del presente. Los premios podrían ser entonces una edición de lo sucedido estos dos últimos años, un pasar a limpio lo que ya está aconteciendo, más que un mecanismo sancionador… Sobre las bondades de muchos de los premiados ya existe un consenso clausurado. ¿Para qué, entonces, insitir en ello?

A mi juicio, la falta de riesgo de esta Bienal consolida un mecanismo de defensa anclado en el miedo a las transformaciones propuestas por la contemporaneidad. La institución se defiende del futuro mediante el reconocimiento de lo que quiere que pensemos que funciona. Para eso no hacía falta un jurado tan experto, bastaba con extraer la media de las apariciones en los medios de difusión durante los últimos años…  y hubiéramos acertado en un 80%. El saber como dominio excluyente de los expertos ha ganado de nuevo la partida. Siempre nos quedará rastrear en las listas de presentados y emocionarnos con algunos de los inesperados hallazgos…

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